miércoles, 10 de marzo de 2010

Kant vs los autos

¿Qué puedo decir? Parece que soy menos disciplinada de lo que esperaba. Es más difícil que lo normal cuando nadie depende de ti; cuando todavía no me he convencido de lo que estoy haciendo.

Pero sea como sea, hoy en la mañana en el seminario de literatura y filosofía se dio una apasionada discusión sobre la verdad y felicidad en el contexto social contemporáneo de México, inspirada por Séneca y Kant y sus respectivos caminos hacia la felicidad y la ilustración. La mayoría de mis compañeros estuvieron de acuerdo que la felicidad para el mexicano promedio, ciego a las maravillas despertadas en el mundo progresista desde el ‘conócete’ de Aristóteles y los pecados del ocio que traen sólo arrepentimiento al envejecer, se encuentra irremediablemente en los autos. Entendí el comentario como una metáfora para el materialismo, y sin tomarlo muy en serio como a muchas cosas que se dicen en el salón tan lleno y ciego de la emoción y un sentimiento de superioridad que Rousseau, Diderot, Nietzsche, etcétera, suelen dar a nuevos intelectuales sobre su sociedad. Es una materia que de verdad se puede disfrutar y que a mí también me suele dejar inspirada a mi manera, y saliendo para mi casa después compré un periódico y vi algo asombroso que hasta entonces no había notado en El Informador. Siempre he sabido y lamentado que los deportes se requieren de toda una sección, con frecuencia más grande, como en el caso de hoy, que las noticias locales o nacionales en sus respectivos pliegos. Pero hoy hubo una sección entera dedicada a los autos. Soy nueva haciendo escribiendo este blog, y así también a El Informador, (solía leer un tanto más a la izquierda pero se me dificultaba lidiar con los títulos participios y calidad general de El Occidental) por lo que estos son de mis primeros encuentros con el periódico más serio y respetado de Guadalajara. Y para mi ver una sección completa para hablar de los autos fue una sorpresa. En estos días de tantas noticias verdaderas es muy difícil creer que el lujo que fuera pudiera contar con un espacio en el periódico, ni mucho menos dos de las cuatro secciones. Pero como negocio le ha ido mejor a El Informador que a cualquier otro periódico de Jalisco por la mayoría del siglo XX y más de un década del XXI, lo que demuestra claramente su capacidad de satisfacer la demanda de su público probablemente más que los intereses personales de sus reporteros y fotógrafos en los automóviles. Resulta, pues, que mis compañeros merecían más crédito del que les di ese día en la mañana. Quizá cuando la felicidad es algo tan sencillo como es un auto-yo, vale más una leída que una verdad, aún cuando significa un sombrío no a la iluminación de una sociedad.

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